ID: 38
Glossu Rabban Harkonnen
icon Libro del Códice

Guion de teleprónter
¡Atención todos los fieles seguidores de la casa Harkonnen! Estáis de suerte, pues los juegos de gladiadores de esta noche contarán con un invitado muy especial. ¡Contened vuestra sed de sangre y asistid! Es un hombre que no necesita presentación..., pero vamos a presentarlo igualmente.

[pausa para aplausos]

Quizás lo conozcáis como el conde de Lankiveil. Quizás lo conozcáis como el campeón de la aldea Harko. Sin duda, lo conocéis mejor como el verdadero regente siridar de Arrakis. Por decreto de nuestro magnánimo barón, es quien posee el dominio sobre las dunas y la especia.
Puso fin a la plaga de los fremen. Lucha por librarnos a todos del caos destructor que traen consigo las ambiciones y mentiras de esas serpientes de los Atreides.

[pausa para abucheos]

Un hombre tan temible que sus enemigos lo conocen como «la Bestia», pero nosotros lo conocemos como «el Protector». ¡Démosle un aplauso tan atronador que vuelva locos a todos los gusanos de arena a un millar de kilómetros de distancia! Os presento a... ¡Glossu Rabban!

[pausa para aplauso]
Conversación escuchada en la taberna de la aldea Harko
¡No, no! Precisamente por eso, necesito otra cerveza de especia. ¡Dámela! ¡No sabes lo que es trabajar en ese lugar! No es el gran honor que te imaginas.
¡Ay, las cosas que habré visto salir de esa habitación! Juguetes ensangrentados. Animales rotos. Elementos de tortura. Un cuadro profanado del barón, en el que no voy a profundizar. Equipos de limpieza con instrumental especial que no dejaba de entrar y salir, de entrar y salir.
Lo peor... ¡Dame esa cerveza! Lo peor... fue un paquete envuelto en sábanas blancas y con unas leves manchas de sangre emergiendo. Estaban dos hombres del equipo de limpieza cargando con el paquete cuando, de repente, la Bestia sale disparada de la habitación. Salvo por un taparrabos ornamentado, estaba desnudo.
La Bestia estampa a uno del equipo de limpieza contra la pared, hasta dejarlo hecho otro desastre que limpiar. Luego, cogió el paquete, como si fuese tan ligero como una muñeca, y lo aprieta contra su pecho. Los sonidos que salen de su boca son una mezcla entre un aullido animal y los llantos de un niño cabreado porque se le ha roto un juguete. Después, vuelve apresuradamente a la habitación. Medio minuto después, se oyen risitas y carcajadas que provienen del interior.


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